jueves, 22 de abril de 2010
EN EL PARAíSO
Estoy, al final de la tarde, cuando los colores del ocaso empiezan a pincelar el cielo, sentado en un banco del parque dejando que el perro se saque solo. Anda de un lado a otro olisqueando las esquinas y marcando su territorio. Una pareja de adolescentes también anda olisqueándose las esquinas mutuamente un par de bancos más allá. No me gustaría volver a aquella época, demasiada confusión. Ahora la vida se ha vuelto tediosa, anodina y carente de aventura, hasta el fin de semana se ha vuelto rutinario, pero al menos todo trascurre en una aparente calma. Me hago un porro. La pareja me ve y el chico se acerca a pedirme un cigarro. Se lo doy y vuelve con su chica con cara de triunfo. El perro sigue por ahí, saco la libreta y escribo esto. Nada más. Para que escribir, mucho mejor escuchar los sonidos del parque y mirar el cielo, el atardecer naranja, violeta, las lágrimas del sol, que lentamente se deja caer tras el horizonte.
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