ESCRIBIR UN DIARIO NOS AYUDA A OLVIDAR LA ILUSIÓN DE TENER UNA VIDA PRIVADA
(ricardo piglia)

HAGO MI FICCIÓN PARA QUE SEA CIERTA
(pentti saarikoski)

domingo, 30 de enero de 2011

BANGKOK #1: Poemas desde Khao San Road.

Hace dos días que llegue a Bangkok. En poco tiempo he conocido buena gente y me he reencontrado con otros. Todos vienen en busca del negocio, yo no. Yo estoy de paso. Siempre de paso. Tanto aquí, como en la India, como en Madrid.

No quiero decir nada sobre Bangkok, pues no he visto nada. Esta entrada es sobre Khao San Road, el barrio de los mochileros de la capital de Tailandia. Y que decir sobre este barrio, pues nada. Una mierda que voy a intentar explicar en dos poemas y que cada cual entienda lo que quiera. Se admiten, y agradecen, los comentarios.

Poema I:

Y del cielo descendí…
un cielo que se abrió
y dejando un brillante y abrasador sol,
lucidamente vi
como la miseria humana
se había transformado
en la peor de todas las mediocridades.

Mi corazón
arrojado en la acera
de la peor calle
que nunca llegue a imaginar
sonaba
con escapar
de ese mundo creado,
de ese mundo plastificado,
de ese mundo basurero,
entorno a la mediocridad blanca
y su capital.


Poema II:

Calcados,
unos de otros,
unos en otros,
caminamos
nuestra copiada individualidad
como fantasmas errantes.

Sin alma,
sin propósito,
vacíos,
vaciados por nuestro exterior
intentamos
cargar con nuestra nada
rellenándonos
de nada.

INDIA: Poema final.

Adiós India.
Nunca olvidaré
tus vacas peatones
los monos callejeros,
las cometas en el atardecer de Varanasi
y el paisaje imposible de Hampi.

Luis y Vioet, por ser los primeros, y todos los demás
siempre estarán en el corazón de mi memoria,
latiendo por ese gran encuentro. La buena gente,
es la mayor de todas las riquezas que jamás
podremos conseguir.

Los cabrones de los Rickshaw, que tan pronto
acuerdas un precio
se convierten
en los mejor amigos.

India, tu espiritualidad
es tu grandeza
y tu desgracia,
aquello que nunca te llevara a la revolución.

India, eres grande
y me hiciste ser más grande.

No importan los lugares
que de ti
visite,
eres distinta en todas partes,
única en cada estado,
singular en cada pueblo y cada ciudad.

India, eres un crisol
que convive en tensión,
una tensión que nunca estalla.

India,
tanto bueno me diste, tanto malo
me quitaste;

si tus dioses quieren
nos volveremos a ver.

sábado, 29 de enero de 2011

INDIA: segundo resumen, el lado oscuro de la India.

Que en la India lo he pasado bien, ya lo he dicho. Que la India es un País grande que me ha dado muchas cosas, también lo he dicho. Pero seria injusto con todos los parias y las gentes miserables y degradadas de la India no darles un espacio en este blog y resumen de la India.

La India es un país cruel que se rige por unas normas medievales y tremendamente injustas. El sistema de las castas es probablemente el peor sistema de estratificación social que siga existiendo en el mundo. A pesar de estar prohibido por ley, sigue siendo algo muy real. Más de una vez me han preguntado a que casta pertenezco, y cuando he respondido que en mi país y en mi cultura esas cosas no existen me han mirado con asombro. Las casta mas alta, es una casta que esta podrida de dinero y tienen mas capital del que alguien como yo va a tener nunca en su vida. Las castas más altas no ayudan a los intocables por que piensan que estos han de ser buenos pobres para poder tener algo mejor en su siguiente reencarnación. Lo único que consiguió Gandi, más allá de la independencia del imperio británico, fue crear un sistema de limosnas a estas gentes. Pero, tras la independencia, lo único que se consiguió fue sustituir el látigo extranjero por el látigo nacional. Con cualquier intocable, que haya tenido la suerte de recibir algo de educación, y puedas hablar con el te dirá que Gandi es un desgraciado y un hijo de puta. Para demostrar esto remito mis comentarios a la página Web de una poeta india: MEENA KANDSAMY. Aquí veréis, a través de sus poemas, que nada de esto es mentira.

Por otro lado en la India se observa en cualquier parte el trabajo infantil con toda normalidad. En todas sus formas, aunque principalmente en los trabajos mas desagradables. Limpian la mierda del tren, te sirven en los restaurantes, limpian en los restaurantes, recogen basura de las calles, venden artículos de todo tipo en cualquier sitio, trabajan en el campo y así, hasta un largo etcétera. Y, claro esta, la mayoría de estos niños pertenecen a la casta más baja. Y, por supuesto, a los miembros de las castas más altas, lo ven con total normalidad, y te dicen que si no fuese así, ni siquiera sus familias podrían subsistir. Que toda la familia depende del trabajo de estos niños. Como si no fuese más fácil que las cosas cambiasen.

No se si la gente creerá lo que voy a decir, pero el hinduismo es mas cruel con la mujeres que el Islam. Se puede pensar al verlas con los coloridos saris y los ombligos al aire que las mujeres indias son mas libres, pero esto es falso. Cuando una mujer india se casa forma parte de la propiedad de la familia del marido. Y mas le vale haber tenido la suerte de tener un buen hijo, porque sino a la muerte del esposo puede ser olvidada, expulsada del hogar y arrojada a la mendicidad de las calles. En la India esta prohibido que un matrimonio sepa cual es el sexo del hijo que va a tener. Nadie quiere tener una hija, y sobretodo más de una hija. En la India hay una maldición que la gente se dice que es que ojala tengas mas de tres hijas y se casen todas. A causa de la dote esto llevaría a la ruina a la familia de la hija. Por este motivo, en algunos estados de la India hay más infanticidios de niñas que muertes por accidentes de tráfico. Todo un paraíso para ser mujer.

Para terminar este oscuro resumen, que no quiero que sea entendido como algo único, siempre hay que ir mas allá y ver mas allá del negro túnel, me gustaría decir que lo peor de la India no es esto que cuento, esto es su forma de ser. Una forma de ser que asombra a los ojos occidentales y, como dije en otro lugar, es mejor dejar, por duro que sea, esta visión occidental en casa y disfrutar del viaje. Pero lo peor de la India, como decía, son los turistas occidentales que vienen negando, esto que cuento, en busca de una estúpida espiritualidad. La religión en todas sus formas es estúpida no va a ningún lado. Nada hizo en occidente el cristianismo, y nada bueno ha hecho el hinduismo en la India. Más bien al contrario: la religión es la condena de la India. Por el Karma no ha habido ni habrá nunca una necesaria revolución social. Como dije mas arriba, tras Gandi, no cambio nada en la India. Todo siguió igual que antes de los colonos, y en algunos estados peor Con esto, esta claro, no quiero decir, que el mundo material de occidente sea mejor. Todos juntos, cada uno a su manera, cada cultura a su manera, hemos de buscar las maneras para poder crear un mundo mas justo. Un mundo sin religiones, un mundo libre, donde la pobreza desaparezca y podamos vivir en armonía con el entorno, con la madre naturaleza y donde nadie sea mejor que nadie y nadie tenga más que nadie.

miércoles, 26 de enero de 2011

LA INDIA: Un Tímido y primer resumen.

A punto de coger un avión que me llevará a un nuevo destino, a una nueva aventura me propongo a hacer un tímido resumen de como han sido estos casi tres meses en el subcontienente asiático.

Todo empezó el tres de noviembre del 2010. Por aquel entonces hacia calor y la primera impresión que tuve fue el fuerte olor a diesel que había en el aire. Ese aire, el de Delhi, en esos primeros instantes me resultaba irrespirable. También recuerdo los primeros momentos en el barrio Lapaj-Nagar, tratando de buscar por mi cuenta la casa de Jaime y Patricia, ya que, el móvil no me funcionaba y no conseguí llamar a Jaime para decirle que ya había llegado al lugar donde habíamos quedado. Al principio sentí, como en cualquier otra ciudad grande, la indiferencia de sus ciudadanos, hasta que sentí esa generosidad y hospitalidad que hacen famoso a este país cuando un chico, de poco más de veinte años, me presto su móvil para llamar a Jaime. El resto de mis experiencias en Delhi ya las he contado en las entradas de este Blog. Pero nunca olvidaré ese primer día y la generosidad de aquel chaval.

En tres meses se pueden hacer muchas cosas. Pero por mucho que creas haber visto, en seguida te das cuenta de que no has visto nada. Este es un país enorme, un país de países, en el que necesitas varias vidas para visitarlo entero.

Mis primeros días fuera de Delhi fueron días solitarios. Estuve viajando por lugares donde el mochileo no existe. Lugares de turismo indio en el que andaba bastante perdido y acompañado por una fuerte diarrea que hizo de esos días una prueba de fuego. A punto estuve de tirar la toalla y volverme, con el rabo entre las piernas para España, pero, gracias a una palabra, memoria, no deje que uno de los sueños de mi vida, sueño que me costo hacer que fuese real más de cinco años, se fuese por la taza water, junto con aquella incesante diarrea, a la primera de cambio. Tras abandonar Shimla en un segundo viaje en autobús local, que nunca olvidaré, y llegar a Risikesh las cosas empezaron a cambiar. Y poco a poco, el tiempo empezó a pasar sin ser visto.

Ya en Delhi había conocido a dos excelentes personas. Una pareja de Logroño a la que nunca olvidaré y a la que espero ver pronto. Pero sólo fue un día y yo marche hacia los lugares de turismo Indio mientras que ellos marchaban hacia otras latitudes. Nos dimos los e-mailes y nos despedimos con un abrazo y una sonrisa. Tras mi soledad en Chandigart y Shimla, fue en Risikesh donde empecé a conocer a otros viajeros y desde Pushkar, donde me volví a encontrar con la pareja de Logroño no volví a estar solo, salvo en algunos momentos, en todo el viaje. Pero no es este el lugar para hablar de lo sucedido en estos meses, eso ya ha sido dicho en las entradas anteriores de este blog.

Más allá de Delhi, de todo lo que he vivido, por orden, nunca olvidaré los siguientes momentos:

De Chandigarht, la diarrea que no me dejó casi ni respirar.

De Shimla, la conversación metafísica con Mannu, la primera persona india con la que mantuve una conversación que no tenia nada que ver con transacciones económicas y ese viaje en autobús por las laderas de aquellas montañas, cuyo nombre desconozco, con esos dos chavales de Liverpool, que aunque al principio me resultaron algo estúpidos y demasiados ingleses, luego, tras compartir unas cervezas en Risikesh, resultaron ser bastante simpáticos.

De Risikesh, a Mr. Fantastic, el simpático dueño de la tienda donde casi todo era posible, y compraba todo aquello que me hacia falta; a Savash, el angelical camarero del Ganga River View Restaurant; aquel italiano cuyo nombre no recuerdo con el que mantuve otras conversaciones metafísicas; las chicas formenteras y el indio-catalán que no llegue a conocer bien porque no se dejaba, y al que volví a ver en Gokarna.

En Jaipur, aunque nuestra amistad no duró mucho por tener diferentes itinerarios recordaré a Yami la cubana y su novio holandés; y aquel extraño venezolano que me pareció el peor de todos los yonkis occidentales con los que me he cruzado. Y aquel pasaje del terror, donde se acumula toda la miseria e inmundicia humana, que era el puente que había camino de la estación de tren.

La primera vez en Pushkar fue donde empezó lo mejor del viaje. Fue cuando me reencontré con la pareja de Logroño y tras eso pasamos más de un mes juntos. El día que el agua de la lluvia que no paraba de caer, sorprendiendo a la gente de la ciudad porque no era el momento, ya que el monzón había pasado, nos llegó hasta las rodillas a Luis y a mi cuando volvíamos de Ajmer de pillar los billetes de tren para bajar a Gokarna. Los primeros acordes de la guitarra de David, otra de las personas que no puedo decir más que me alegro de haberla conocido, acompañado la guitarra de Amenab, la única persona india que realmente he llegado a conocer hasta el momento. Haber conocido a Alexandra, la catalana con los ojos más bonitos y una de las personas más dulces que he conocido en estos días. Y aquel día en que el dios de la familia que regenta la guest-house donde estábamos hospedados se metió en el interior de uno de los hermanos.

De Gokarna, aquel interminable viaje de 32 horas que nos llevo allí desde Ajmer. El colgante que me hizo Gina, una de las formenteras que conocí en Risikesh, que lo único que puedo decir de ella es que lamento no haberla conocido más. La indiferencia de David ante el mundo Hippie de la playa y como salió huyendo de todo aquello en una aventura que le llevó de Hampi, de donde también salió huyendo con una herida infectada en un pie, de nuevo hacia Pushkar. Los hermanos canarios, en especial las locuras de José, como cuando salto del barco que nos llevaba de vuelta a Kudle-Beach desde Paradaise-Beach para nadar con los delfines mientras su hermana Xiomara gritaba por las locuras de su hermano. Y todos los atardeceres, en especial aquel día que Luis, José y yo fuimos a ver a las rocas que hacían esquina en uno de los bordes de la playa, que, desde ese momento me lanzaron a buscar la caída del sol en el resto de los lugares de la India, veíamos desde la playa antes de cenar y las hogueras que se montaban en la playa, en ese mundo hippie que David tanto detestaba.

De las Jog-Falls, me quedo con la pequeña aventura río abajo con José el canario y los 3000 escalones que había que bajar para luego volver a subir para acceder a la base de las cataratas. El viaje en moto en el que se nos rompió el cable del embrague de la moto con la que esta increíble persona se llevaba recorriendo durante seis meses la India. La tortilla de patata que nos hizo Xiomara en el restaurante de aquella entrañable señora, sorprendentemente soltera a los 38 años para estar en la India. Y el día que camino de Hampi a Luis le robaron la mochila, que sorprendentemente reapareció con lo más importante, en una de esos lugares de la India donde el turismo no existe.

En Hampi viví mis mejores momentos. Esos increíbles atardeceres desde el tipi guest-house. Las escaladas con Greg, Cofee y Lucas, y el resto de los escaladores que conocí. Aunque ya los había visto en Gokarna, haber conocido bien a Joakin, Tania, Rocio y Estefano. Los templos y sus vistas. El comienzo del cuaderno rojo. Los alemanes cuyos nombres no recordaré nada más que consultando el diario. Ese lento caminar de las horas, que de tan lento que iban me dejaron atrapado casi tres semanas en las tierras donde Hanuman, el dios mono, nació y con su rabia colocó las rocas de la manera más extraña que he visto. A Anabelle, una preciosa francesa, que tuvo que salir huyendo de la desidia que los porros le provocaron en esos días rumbo a sus destino. El lago y el subidón de adrenalina que me dio en cada uno de los cinco saltos que di. Los viajes en moto con Luis. La despedida de Luis y Viole, en la que se me escaparon unas cuantas lágrimas. Y todos esos viajeros hippies de todas las partes imaginables del mundo, en especial el individuo de Zimbawe, la persona más santi que he conocido en mi vida, con los que compartí unos instantes y pequeñas conversaciones.

De Udaipur, me quedo únicamente con Mirko. Sorprendente que nos hayamos conocido. Esta persona y yo compartimos amigos y conocidos en Madrid y estando los dos en la India de algún modo u otro teníamos que cruzarnos y descubrir los lazos que nos unen. Compartimos el final de su viaje por el subcontinente y es, una de las personas que más me alegro haber conocido en estos tres meses. En seguida conectamos y pasamos unas semanas juntos. Compartimos ciertas infecciones de estómago y un incesante fumeteo. Pasamos un inexistente fin de año juntos y fue otra de las personas de las que me he despedido con lágrimas secas en los ojos con la esperanza de volver a vernos.

De la segunda vez en Pushkar, sentir como el retorno a un lugar donde uno es reconocido le facilita las cosas, no sin negociar. Las locuras del padre de la guesthouse donde me volví a hospedar. Las cometas volando el aire en cada atardecer, los templos que en la anterior vez no pude visitar por la lluvia y la voz chillona de uno de los guardas de uno de los templos cuando nos hablaba de miles de inentendibles cosas y situaciones colocado por un special-lazy. Volver a ver a Alexandra y conocer a su novio indio y la impresionante y tranquila farm-guesthouse que tienen en las afueras del pueblo

De la segunda vez en Delhi, lo primero es el frío. Nunca pensé que en la India podía hacer tanto Frío como el que hizo en esos días. Conocer a Patricia y su generosidad compartida con la de Jaime. El Rencuentro con Paloma y ese tremendo retraso de 17 horas de tren que sufrimos para llegar a Varanasi.

En Varanasi, los primeros días, el frío y la niebla también estuvieron presentes. Pero hubo momentos muy buenos. Un segundo reencuentro con los de Logroño. Los colocones de special-lazy, en especial el de Paloma. El misterioso reencuentro con Joakin, ya que, en la mañana del reencuentro acababa de hablarle a Paloma de él y un par de horas después me lo encontré por los gaths del Ganga. Como la gente, indios y no indios, flipaban cada vez que Joakin se paraba a tocar su instrumento, un Hang (creo que se llama y se escribe así), y como consiguió que le grabasen para una película en una de esa extrañas casualidades que sólo suceden en la India. Volver a ver a David. El burning gath y los vendedores de drogas que purulan a su alrededor ofreciendo todas las drogas inimaginables. Y sobre todo, la incontable cantidad de cometas que hay en cielo en el atardecer.

A la salida de Varanasi he vivido mis peores momentos. Otra vez estuve a punto de tirar la toalla. Visitamos, Paloma y yo, lugares que se salen de la ruta mochilera y que se encuadran, a excepción de Risikesh y Haridwar, dentro del turismo más clásico. De Khajuraho me quedo con el paseó en bicicleta, el colocon de lazy, y con el cabrón de la guesthouse que nos compro mal uno de los billetes de tren. Pero no fue su culpa. Fue nuestra culpa por no haber hecho las cosas nosotros mismo y delegar en otros lo que tendríamos que haber hecho nosotros.
De Fatehpr-Sikri, aparte de la impresionante belleza del muro de la mezquita, lo mejor fue la sorpresa y estupor que Paloma causaba en los habitantes del pueblo.
De Agra, sólo me quedo con la decepción que me causó, como ya he contado entradas atrás, el Taj-Mahal.
Y de la segunda vez en Risikesh y Haridwar me remito a la entrada anterior en el blog.

De la tercera vez en Delhi. Las compras de Paloma por el Pahar-Gang y Old-Delhi. Como me trotó en la búsqueda del regalo perfecto. Pero sobre todo me quedo con la alucinante generosidad de Jaime y Patricia. Como me han dejado la casi sin que ellos estén para que pueda disfrutarla y me ahorre los gastos e incomodidades del Pahar-Gang.
De la despedida de Paloma, sólo puedo decir lo que leí en un libro de Eugenia Rico que se llama en el país de las vacas sin ojos, y que toda persona, en especial las mujeres, que hayan estado en la India deberían leer: "En toda despedida hay un momento en que uno de los dos ya no está". Eso es lo que sentí mientras nos abrazábamos y de mis ojos caían más lágrimas secas. Paloma, sé que la nuestra es una amistad de las de Verdad, sé que estarás en Madrid cuando vuelva. Así que no fue una despedida, fue un hasta luego.

Probablemente olvido muchas cosas, muchas situaciones y muchas personas. Lo que ha quedado aquí resumido no es lo más importante, pero si lo más significativo, lo que más me ha marcado y lo que puedo recordar con más facilidad en este momento que lo escribo. Hay cosas que han quedado afuera porque están en todas las partes de la India. Es imposible no olvidar a los monos callejeros, a las vacas que caminan por la ciudad como si fuesen un peatón más, a los perros callejeros asustadizos de día y fuertes y peligrosos de noche, los shadus, los mendigos, los pequeños chais de cinco rupias, el color de los saris de las mujeres, y un largo etcétera imposible de recordar ahora. Son pequeñas cosas que se irán recordando poco a poco, a medida que el tiempo avance cuando ya este de vuelta en casa en mi vida de siempre, si es que algún día vuelve a ser la misma. Y no puedo olvidar todos los viajes, tanto en bus local como bus nocturno, y esos increíbles viajes en tren. Uno no conoce la India si no viaja en transporte público. Es imposible.

Una vez escuchando una conversación ajena, alguien comentaba que la India es la mayor democracia del mundo. No por el sistema en sí. Sino porque en la India conviven todas las religiones, razas y modos de vida imaginables que pueda haber en todo el mundo. No puedo estar más de acuerdo en esto.

martes, 25 de enero de 2011

DELHI #6: Sin palabras...

Lo primero que tengo que decir sobre Delhi no sé como hacerlo. Ya conté en su momento que las veces que vengo a la capital de la India me alojo en casa de Jaime y Patricia. La primera vez estaba él, la segunda vez estaba ella. Pero ahora no están ninguno de los dos. Me han dejado la casa mientras espero que salga el tren que me lleve a Kolkata para, un día después, coger el avión que me lleve hasta Tailandia. No puedo explicar como me siento, me cuesta muchísimo tratar de cifrar en palabras el sentimiento de agradecimiento a este respecto... lo único que puedo decir es JODER!!! Y esperar la oportunidad de poder devolverles el favor algún día de la manera que sea. Me siento en deuda con ellos. Una deuda de sangre. Qué por qué, pues porque el lugar de los hoteles baratos en Delhi, el Pahar-Gang, es una calle inmunda, sucia y polvorienta en la que el turista es constantemente acosado por los comerciantes, ganchos , camellos y mendigos de la zona y no se puede caminar tranquilo. Nada que ver con el barrio donde viven estas dos excelentes y generosas personas, Lajpat Nagar. Un barrio de clase media, donde uno pasa prácticamente inadvertido y casi nadie le dice nada. Un remanso de paz en esta caótica ciudad.

Llegamos el día 23 por la mañana desde Risikesh y fuimos a buscar la llaves a la embajada española donde ella nos las había dejado en un sobre a mi nombre. Después de la clásica pelea con los conductores de tuc-tuc llegamos a la casa y dejamos las cosas. Y sin disponer de mucho más tiempo nos fuimos a ese maldito barrio, ya que, mi compañera de viaje quería hacer los regalos para sus familiares y amigos. Algo que yo decidí dejar para más tarde. Entre este barrio inmundo y el barrio del Old-Delhi, donde se encuentra el mercado de las especias estuvimos dos días de diez de la mañana a ocho de la tarde en busca de los presentes que esta chica quería comprar para sus allegados y para ella misma. Tés, especias, pañuelos y demás típicas baratijas que se suelen regalar en este tipo de viajes. No me imagino, siendo como soy yo, comprando de la misma forma cuando llegue el momento de mi partida y retorno a casa.

A pesar de lo mal que lo pinto inicialmente, no fueron días tan malos. Ha hecho buen tiempo y con su compañía fueron buenos momentos. Después de las frenéticas horas de compras volvíamos a esta maravillosa casa en la que me encuentro y podíamos descansar acudiendo a algunos de los restaurantes de la zona y disfrutar de comida india para indios. Por otro lado, en el barrio hay una tienda alcohol y nos bebimos unas cervezas a un precio aceptable si se piensa en rupias, 60 rupias por una botella de dos tercios de litro. Por la misma cantidad en un bar te cobran más del doble.

Ahora mi compañera se ha marchado y vuelvo a estar solo en el camino. Fue una de esa despedidas agradables, una despedida en las que el sentimiento de melancolía y pena se desprenden de toda su carga negativa al saber que se han compartido una buena experiencia y todo lo que dejan es lo más parecido a la alegría. Me pasó lo mismo en Hampi, en la segunda visita a Puskar y en Varanasi. Ellos y ellas saben quien son y, desde estos últimos días en la India les digo que no puedo estar más contento de haberles conocido.

Mañana, creo, es el día de la independencia. Espero que la celebración no suponga ningún problema y no me trastoque mucho los planes de mi viaje. No viajo con el tiempo muy ajustado así que dispongo de cierto margen de error. Después del retraso de 17 horas que sufrimos para llegar a Varanasi, no he querido correr demasiado riesgos. Lo que me queda en este ciudad son unos días tranquilos sin hacer mucho en Delhi. Pasear por el barrio, volver al Lodi-Garden, pequeñas compras de última hora y volver a ver, espero, a Jaime y Patricia para agradecerles en persona, no podía ser de otra manera, lo que han hecho. Tras esto, un viaje de 24 horas hasta Kolkata y menos de doce horas en la tercera ciudad más grande de este país donde cogeré el avión que me llevará a una nueva aventura, a un nuevo comienzo donde me esperan más sorpresas. No sé si tendré tiempo para hacer más entradas en el blog antes de llegar a Tailandia ni creo que merezca la pena, a no ser que suceda algo que lo requiera, porque como en Kolkata voy a estar menos de doce horas poco podré decir de la ciudad que merezca la pena. Quizás un resumen de todo lo que he vivido y experimentado en este país. Esas pequeñas cosas que nunca olvidare... pero ya llegará el momento. Es más, es algo que podré hacer desde Bangkok.

domingo, 23 de enero de 2011

RISIKESH #3-HARIDWAR#2: Retornos a lugares que parecen distintos.


CRAZY MONKEYS!!! FRASE REPETIDA ENTRE LA GENTE DE RISIKESH.


EN MEDIO DEL BOSQUE DE RISIKESH


NUEVA PANORÁMICA SE RISIKESH.

De Agra salimos sin problema alguno en un gobverment-bus nocturno que salió a las nueve de la noche. En el bus hacia frío pero se encontraba en buenas condiciones y a pesar del estado en que se encontraba la carretera más o menos se pudo dormir. El problema fue el estado en que se encontraban mis tripas. En una de las paradas pequeñas, a menos de media hora de Haridwar, tuve que pedirle por favor al cobrador del bus que me dejase salir a cagar a la calle. Al principio no accedió, pero cuando vio mi cara no tuvo más remedio y me dejó salir. Y en medio de la calle, con una botella agua para limpiarme la mano y el culo, solté todo lo que tenía dentro. Veinte minutos más tarde llegamos a Haridwar donde cogimos el bus que nos llevó a Risikesh.

Una vez en Risikesh fuimos directamente a uno de los hostales que ya había estado y después nos fuimos a desayunar. Lo primero que noté cuando estábamos en las orillas del Ganga fue que ya no era ese lugar de mochileo que conocí la primera vez. Ahora era un lugar mucho más tranquilo. Algunos de los bares de antes estaban cerrados o casi vacíos y prácticamente no se veía a nadie por la calle principal que une los dos puentes. Las razones para esto, supongo, que se debe a que todos, en especial los mochileros, seguimos unas rutas preestablecidas. La temporada empieza en octubre por la provincia del Himalaya, en noviembre la gente llega a Risikesh y en diciembre la gente, huyendo del frío, empieza a bajar hacia el sur pasando por el Rajastan y otros lugares preestablecidos en busca del sol y las playas. Los que quedan, siguen visitando los lugares clásicos, pero con otros ritmos. El tipo de visitante cambia, ya no se ven tantos hippies perro flautas y la mayoría de los turistas son de edad más avanzada.

Todo esto concierne al Lakshman Jhula. En la zona de los ashrams todo permanecía más o menos igual. Se veían menos turistas extranjeros pero el volumen de turistas locales permanecía más o menos similar a la primera vez que estuve en la zona.

Lo que hicimos nosotros en este único día que estuvimos en Risikesh fue aprovechar para pasear por la montaña. Nos acercamos hasta las pequeñas cataratas que hay monte arriba y buscamos, sin encontrarlos, unos campos de arroz que Mr. Riesgo, el canario más loco, en el buen sentido de la palabra, y simpático que he conocido en este viaje, me había hablado. Hicimos unas compras, descubrí nuevos restaurantes de comida india en vez de ir a los restaurantes de mochileo. También visitamos la zona de los ashrams y acudimos a la puja al río. Fue un día intenso, casi no paramos en todo el día e hicimos muchas de las cosas que yo no había hecho en su momento. Disfrute mucho de la compañía de mi gran amiga, ahora digo su nombre, Paloma. Una de esas personas, como todos los amigos de verdad que tengo, que cualquiera que conoce, sólo sabe decirme cosas buenas de ella. Y, aunque nos hubiese gustado quedarnos una semana entera en Risikesh, disfrutamos a lo grande de ese único día.

Al día siguiente, después de hacer las últimas compras tras haber disfrutado de un excelente desayuno en la german-bakery que está pegada al Laskhman Jhula, nos fuimos a Haridwar. Donde volví a notar muchas diferencias con respecto a la primera vez.

La primera vez que estuve estaba recién llegado a la India, apenas había pasado un par de semanas, y esta ciudad me impresiono mucho. Sobretodo su puja, que me causó tanto impresión que decidí volver un par de días más a Risikesh para buscar nuevos caminos. Por aquel entonces no estaba preparado para vivir una ciudad India donde apenas había turistas extranjeros. Pero está segunda vez fue una experiencia bastante agradable. Después de haber estado en ciudades donde los turistas extranjeros somos vistos como un billete de dólar con patas y se nos acosa para que compremos todo desde todos lados, caminar por las calles del bazar de Hardiwar fue una experiencia agradable ya que nadie nos llamaba para que fuésemos a ver ninguna tienda. Además nadie parecía sorprenderse de la estética de mi compañera y pudimos caminar tranquilos por las calles del bazar después de la ceremonia del río para hacer tiempo antes de coger el tren que nos trajo hasta Delhi.

miércoles, 19 de enero de 2011

AGRA: Taj-Mahal y FATEHPUR SIKRI: La ciudad fantasma.

El mundo es un puente, pasalo pero no construyas sobre él. Aquel que mantenga la esperanza una hora puede mantenerla durante toda la eternidad (inscripción en la puerta Buland Darwaza de la mezquita de Fatehpur Sikri).


ENTRADA SUR AL TAJ-MAHAL.


SIN PALABRAS.



ATARDECER SOBRE LA FEA AGRA.

Hace un par de días salimos de Khajuraho rumbo a Agra. Cogimos un tren a que nos dejo en la ciudad del Taj a las tres de la mañana. Una excelente hora para aparecer en una ciudad de la India. Pero nosotros fuimos bastante espabilados y nos quedamos en la horrible y maloliente sala de espera de la estación de trenes hasta las seis de la mañana. No queríamos pagar una noche de hotel entera por solo cuatro horas, y mejor Málaga que malagón... Pasado el tiempo de espera, nos fuimos a la estación de buses locales para coger un bus hasta Fatehpur Sikri, un pequeño pueblo de poco más de veinte mil habitantes a unos treinta kilómetros de Agra.

En este aparente tranquilo pueblo fuimos a pasar una noche para evitar pasar la noche en Agra porque pensábamos que íbamos a estar más tranquilos al alejarnos de la ciudad grande. Aparte de esto, también fuimos a ver unas ruinas de una antigua ciudad amurallada y una mezquita. La ciudad es bellísima. Una construcción de arenisca roja de arquitectura, creo que, de la época mongol, allá por el mil quinientos algo. La mezquita tiene el pórtico de entrada más grande de Asia, un impresionante muro de unos cincuenta y cuatro metros que asombra la vista. Pero hablar de estas cosas no merece la pena, mucho menos leer sobre ello, lo que importa es venir a verlo.

Lo interesante de Fatehpur Sikri es la gente. Caminar por la calle con mi acompañante, una chica con el pelo rapado y las orejas taladradas de pendientes llama la atención en cualquier lado, y mucho mas en la India, y muchísimo mas en una aldea como esta que no están muy acostumbrados al turismo mochilero. Mi presencia a su lado podría definirse como invisible. Todo el mundo le llama la atención, las mujeres se ríen tapándose la boca y los hombres se llaman unos a otros para decirles donde esta la extraña novedad que se acerca por la calle. Es interesante ver su reacciones y me hubiese gustado poder fotografiar sus caras, pero fue imposible encontrar unas pilas decentes para la cámara, por lo que no he podido colgar ninguna fotografía de la ciudad fantasma en el blog.

Al día siguiente, el día de hoy, nos hemos venido a Agra, únicamente para ver el Taj-Mahal. Y ha sido una decepción. La entrada es carísima, 750 rupias, y mucho mas si tenemos encuentra que a los indios solo les cuesta 20 rupias. Por llevarlo al terreno de las comparaciones, lo comparamos con la Alhambra, y lo que tenemos es que la segunda da mucho mas juego, hay muchas mas cosas que ver y que hacer en el monumento de Granada que en el Taj. Aquí, prácticamente con dos horas bastan para disfrutar de la visita y, aunque no hay que menospreciar ni mucho menos su impresionante belleza, la visita hay que alargarla con la imaginación.

En el Taj también hemos sido objeto de miradas. A mi compañera le han pedido que si le podían fotografiar y conmigo se han querido hacer una. Nosotros les hemos preguntado que como es que estando en un sitio como el Taj, preferían fotografiarse con unos giris y no al monumento. Ellos nos han dicho que para ellos el Taj es muy común y los turistas como nosotros, en especial mi compañera, somos lo extraño y sorprendente.

Sobre Agra no puedo contar nada. No hemos visto más que la estación de trenes, la de buses y el barrio del Taj. Este último es como cualquier barrio destinado al turismo. Restaurantes, tiendas de chorrdas y hostales. Ahora estamos a la espera de coger un bus que nos lleve a Risikesh. Otra ciudad que repito y de la que en próximas entregas contare lo sucedido.

lunes, 17 de enero de 2011

KHAJURAHO: Laciudad del tantra.


ATARDECER EN KHAJURAHO.


TEMPLO EN EL SUR DE LA CIUDAD.


COJUNTO DE TEMPLOS DE LA SECCION OCCIDENTAL.

Khajurajo es una pequeña ciudad de poco más de veinte mil habitantes que se encuentra en uno de los estados centrales de la India. No tiene costa ni frontera con ningún otro país. Es un centro turístico, tanto nacional como extranjero, debido a los templos tantricos que se conservan, gracias a una restauración, en buen estado. Las escenas eróticas de estos templos son curiosas y explicitas y pueden activar determinados resortes de mentes calenturientas.

El tiempo aquí ha sido excelente. Días soleados y apenas frío por la noche. Aunque se podría haber disfrutado muchísimo mas de la estancia en este pequeño pueblo sino fuese por los vendedores locales y los camellos. Estas gentes, aparte de insistentes como en el resto de la India, me han resultado agresivos, muy agresivos. Da la impresión de que se cabrean sino les compras algo o si no vas a su tienda. No paran de preguntar por que no siempre que les respondes negativamente a sus ofertas. Otros pasan de largo, pero yo, inútil y estúpidamente, me paro y les explico que no quiero nada, que no voy a comprar nada y no lo entienden. No entra dentro de sus cabezas. Le he dado muchas vueltas, porque me han hecho sentir mal y me han robado la energía, he llegado a odiar atravesar la calle principal para ir a cualquier lado, y de todo esto, la única conclusión a la que he llegado es que esta gente no sabe. Al parecer el 80% de la población se dedica a trabajar en el campo y los que no lo hacen, trabajan para comerciantes que vinieron de fuera de la ciudad para abrir los negocios de turismo occidental. Y no saben... no tienen ni idea de como tratar a los extranjeros. A diferencia de otros lugares como Pushkar o Risikesh, que si que saben tratar al turista extranjero. No dejan de ser insistentes, pero son mucho más calmados y prácticos.

Pero no todo ha sido tan malo. El pueblo merece la pena y los templos se encuentran en buen estado de conservación, solo hay que armarse de paciencia y tomárselo con toda la calma que uno pueda. El primer día no hicimos gran cosa. Fue cuando descubrimos la calidad humana de estas gentes. Nos fuimos pronto a acostarnos y disfrutamos de la tranquilidad y de la ausencia de ruido que había en la guest-house. El segundo día nos alquilamos unas bicicletas y estuvimos dando vueltas por los templos alejados y por las aldeas cercanas con un día cojonudo que invitaba a ir en camiseta sin más preocupaciones. Las bicis, unos trastos más antiguos que la vida misma, eran las adecuadas para el terreno llano de la zona. El paseo fue agradable, excepto en los templos. Hay, en cada uno de ellos, hay un grupo de gente esperando para venderte cosas con la misma insistencia que arriba he contado y gente que directamente te pedía dinero. Por las aldeas, lo típico, lo niños pidiendo cokies, biscuits, bolígrafos... y alguno que otro rupies. Y la culpa de todo esto la tienen los turistas. Los niños no necesitan nada de esto, pero como en un algún momento aparecieron algunos turistas que se lo dieron se creen que todos lo hacemos y enseguida te piden.

No quiero que mi visión negativa de Khajuraho influya en nadie. Si alguien tiene pensado venir que venga... quizás el o ella encuentre lo que yo no he encontrado en el lugar. La visión de cada uno es la que vamos a tener y es la única que importa. Pero como otros lugares de la India, una vez que los he visto... no pienso volver.

VARANASI #2: Dias soleados


ATARDECER EN VARANASI.


PARONAMICA DE LOS GATHS.



CALLE DE LA CIUDAD VIEJA DE VARANASI.

Después de varios días de mal tiempo, en los dos últimos días que estuvimos en Varanasi pudimos disfrutar del calor y de unos días soleados. Por fin, tras la ausencia de Delhi y de los primeros días en Varanasi pudimos disfrutar del atardecer. Desde Risikesh se convirtió en una especie de obsesión ir a fotografiar los atardeceres desde los lugares más bellos... y ya lo echaba de menos.

Sobre Varanasi poco mas que contar que lo contado en el post anterior. La música en las calles, las pujas al río, los reencuentros con los buenos amigos conocidos en el viaje y poco más. El encanto de esta ciudad es grandioso, es ese encanto de la ciudades que hace tiempo que entraron en decadencia y tratan de conservar su esencia pese a la amenaza de la modernidad. La espiritualidad se mezcla con el turismo, y eso es lo que la ha destrozado. Por los gaths miles de ganchos que hacen todo lo que pueden para llevarte a su terreno o venderte drogas. Algunos lo hacen casi coaccionándote o amenazándote, probablemente sean yonkis, porque en India también hay yonkis, que están deseosos de venderte algo para obtener su ración. Aunque también los hay que, simplemente, hacen lo que pueden para sobrevivir y, no lo olvidemos, para ellos nosotros no dejamos de ser un billete de euros con patas. Como me dijo un hombre en uno de los mucho buses que he pillado, se nota que no tienes pasta, pero el cambio de divisa te favorece mucho y eso en India todo el mundo lo sabe.

Me supo a poco tiempo mi estancia en la ciudad sagrada del Ganga, se que volveré y estaré hasta que la ciudad me expulse. No se cuando llegara ese momento, pero doy por echo que sucederá. Lo ultimo que quiero decir es que en Varanasi intentar contar cometas en una tarde despejada es como intentar contar estrellas en una noche despejada.

jueves, 13 de enero de 2011

SARNATH: Budismo y visita del Dalai-lama.


CAPILLA DE UNO DE LOS TEMPLOS BUDISTAS DE SARNATH.



CURIOSO TEMPLO HINDU DEDICADO A LO QUE PARECE SER "LA MUERTE". ES UNA SUPOSICION, COMO ES LOGICO, NO ENTIENDO EL CARTEL


MERCADO DE ARTESANIA TIBETANO.

A unos doce kilómetros de Varanasi se encuentra Sarnath. Una pequeña aldea que se hizo famosa por ser el primer lugar que Buda dio su discurso después de que descubriese la tercera vía. Es un pequeño pueblo donde los templos hindúes conviven con los budistas y donde se encuentra una de las comunidades Tibetanas más importantes de la India. Debido a su proximidad con Varanasi la visita se puede hacer en un solo día.

La principal diferencia con Varanasi es la ausencia de ruido. Es un lugar relajante al que se puede uno escapar para evadirse de la congestión y del ruido de Varanasi. Para ir hasta Sarnath se formo un improvisado grupo de desconocidos, los cuales compartimos un tuc-tuc. El día, después de varios días de niebla y frío, fue muy agradecido. El sol brillaba y pudimos desprendernos de toda la ropa de abrigo y quedarnos en manga corta. Algo que, después de casi un mes en el sur, se agradeció bastante.

El principal atractivo de Sarnath en estas fechas es que el Dalai-lama ha venido a dar unas conferencias. El pueblo se encuentra repleto de gentes del Tibet, Nepal y Bután. Da la impresión de que estas en otro país. La diferencia más notable entre estas gentes y los indios, es que los primeros no son tan insistentes y cansinos como los segundos a la hora de venderte cosas. Se puede pasear por el mercado de artesanías que se había montado sin que nadie insistiese en venderte todo de cualquier manera como suele pasar con los lugares indios. Los puestos de comida callejera también eran de comidas de estos países.

Por otro lado, antes de acercarnos al lugar donde se concentraba el mercado y donde el Dalai-lama iba a dar las conferencias estuvimos paseando por la aldea. Se vuelve a percibir cierta autenticidad, aunque odio este debate entre lo autentico y lo no autentico cuando se habla de la India. Al pasear la gente miraba sorprendía y era difícil comunicarse con ellos debido a su nivel de ingles. Los niños no piden nada más que les hagas fotos y la gente pasa el tiempo tranquilamente en sus quehaceres sin preocuparse demasiado por el turista que esta paseando cerca de su casa. Después de varios días en Varanasi, donde la insistencia de los comerciantes, como en otos lugares turísticos de la India, puede llegar a desesperar a uno, se agradecido este pequeño remanso de paz entorno al budismo.

Para terminar, sobre la visita del Dalai-lama poco que contar. Para entrar en las conferencias había que registrarse y a mi no me apetecía. De los cinco que vinimos solo una quiso entrar dentro porque le interesaba. Me parece bien. Los demás nos quedamos paseando y comiendo por la zona. Según nos contó mas tarde la conferencia iba sobre el odio. Y según me lo contó, no pude sino recordar el ultimo libro que me he leído en la India. El Shantamaran de Gregory David Roberts. Libro muy recomendable.

El viaje sigue... Hoy, otra vez en Varanasi, salimos para Kajurajo. Lugar donde se encuentran los templos del Kamasutra... ya contaré.

martes, 11 de enero de 2011

VARANASI #1: Misticismo y decadencia.


PANORáMICA DE VARANASI.


DURGA TEMPLE.


NENES SOBRE EL CICLO-RICKSHAW DE SU PADRE.


MúSICA CALLEJERA.

Varanasi, la ciudad más sorprendente de todas las que he estado hasta ahora en la India. En esta ciudad se mezcla todo lo que he vivido en la India. El turismo, los viajeros, el misticismo hindú, sahdus por las calles, muerte... todo mezclado girando entorno al Ganga, el río mas mágico y sagrado de todos cuanto puede haber en este país.

Esta ciudad se divide en dos. Por un lado esta la ciudad moderna, ciudad que no hemos (Hemos, por primera vez puedo decir hemos con un sentido mas pleno de la palabra. Aunque durante el viaje he conocido a un montón de gente a los que ya considero mis amigos, es ahora cuando estoy compartiendo el viaje con una amiga de antes) visitado, por no encontrar ningún atractivo de ningún tipo, más que el ruido del trafico, la suciedad en las calles y ese caos que caracteriza a este país. Y la ciudad vieja, un entramado laberíntico de calles estrechas carentes de todo orden en el que transcurre una vida más interesante.

Como he dicho, aquí la vida gira entorno al Ganga. Seis Km. de gaths donde la gente acude por las mañanas a darse sus rituales baños sagrados, a hacer la puja al río por las tardes y donde se va a quemar a los muertos en algunos de los gaths establecidos para ello. En las calles de la ciudad vieja conviven las vacas, sus mierdas, perros callejeros, monos locos y cabreados que se dedican a robar todo lo que pueden, gentes normales, ascetas, comerciantes, turistas y viajeros... toda una amalgama de color a la que hay que sumarle la sorprendente presencia de la muerte. Muerte a la que no hay que temer, puesto que aquí la muerte no lleva guadaña, lleva flores. A todas horas del día, por las calles de la ciudad vieja uno se puede cruzar con los cortejos fúnebres. Grupos de hombres que cargan con muertos para llevarlos al Burning gath donde al difunto le espera la cremación que le salvara de la rueda del destino. Porque morir en Varanasi, al ser una de las ciudades santas mas importantes, para los hindúes es algo positivo ya que les saca de la rueda del destino. Por este motivo aquí viene a morir la gente. Los ricos lo hacen en buenas condiciones, pero los pobres no tanto. Alguien me contó que los pobres simplemente vienen con un pedazo de sándalo en el bolsillo de la camisa para que se encienda el fuego con el que arderá y cinco rupias para la persona que le recoja de la calle una vez su cuerpo haya tomado el último aliento. Toda una pasada. Por las estrechas calles de la ciudad se ven viejos decrépitos que lo único que están haciendo en la ciudad es esperar a la muerte.

Por otro lado, más allá del misticismo de la muerte, a diferencia de Risikesh o Haridwar por donde también transcurre el Ganga, este tramo del río esta realmente sucio y contaminado. Aun así la gente acude con total devoción a darse los baños sagrados y a beber del río. Aquí es donde todo mi sentido místico de la vida desaparece. En mi opinión esta gente debería de saber los riesgos que corren y dejar sus superchería para otro lugar. Por muy sagrado que piense que es este río, nada bueno puede proporcionarles. Esta es una de las principales contradicciones de este país que mientras sigamos mirando con nuestra mirada occidental no iremos a ningún lado. Pero es una mirada muy difícil de desprender. Al mismo tiempo que en Risikesh no encontré ningún problema en meter los pies en el río, aquí eso es algo que no se me pasa por la cabeza. Pero lo único que podemos hacer es dejar la mirada en casa y tratar de seguir nuestro camino lo mejor posible...

domingo, 9 de enero de 2011

VIAJAR EN TREN #3: Retrasos y dilaciones.

Pues nada, una vez llego la persona que esperaba, sin más dilación, nos fuimos para Vanarasi. Un viaje que se supone tenia que haber salido a las siete menos cuarto de la tarde y haber llegado poco mas de doce horas después. Pero estamos en la India y en la india a veces suceden cosas. Para empezar nuestro tren tenía que venir desde Vanarasi. Lo hizo con dos horas de retraso, y, al sumarle una hora y media mas que el tren estuvo parado en la estación dan tres horas y media de retraso para salir. Cuando se decidieron todo parecía marchar como tantas otras veces. Me metí en el saco y rápidamente me dormí. Acostumbrado a dormir bajo los efectos de las charas de la India, cuando no fumo, necesito menos horas para descansar. Así, sobre las tres de la mañana me desperté y al mirar el reloj me di cuenta la hora que era. Decidí, como es lógico, volver a dormirme, pero había un cerdo gordo que roncaba como si le estuviesen degollando, y me costo dormirme un montón. Sino hubieses sido por el mp3 que me manda mi hermana, no se si me hubiese podido dormir.

Sobre las nueve bien descansado me he despertado pensado alegremente en que tan solo quedaría una hora más para llegar. Pero no, no ha sido así. Hablando con la gente me enterado que había un retraso, y todavía nos quedaban diecisiete horas en el tren.

Si uno se coge un tren que sabe que dura equis horas, pues se prepara para el tiempo que sea. Pero si la cosa es por un retaso provocado por razones que se desconocen y cuando trata de averiguarlo ve como le dan largas aunque no entienda nada de lo que le digan. Si sucede esto, la cosa cambia. Al principio me he pasado todo el tiempo durmiendo. Habré dormido un montón de las horas del viaje. Es la mejor manera de que esas horas pasen. Pero a medida que iba pasando el tiempo, las ganas de dormir van menguándose y van aumentando las de fumar y salir corriendo. Al revés que en aquel tren que me pille voluntariamente de 32horas, en este tren lo de fumar no estaba tan visto. Solo al final, en las últimas dos horas de viaje, cuando la desesperación ya era colectiva, ha sido posible fumar.

Son estas cosas las que dan encanto a este país. La gente no se ponía nerviosa ni montaban demasiado escándalo. Lo aceptaban y seguían con sus vidas. Total que le vas hacer, puedes reclamar tu dinero, pero por montar un número no vas a conseguir que nada cambie. Y lo único que vas a lograr es ponerte tu nerviosos. Porque al final, mas tarde o mas temprano, siempre llegamos a nuestro destino. Y aquí estamos en la maravillosa y sorprendente ciudad de Vanarasi, bajo los efectos de un batido especial dando vueltas por la ciudad en sin rumbo fijo...

jueves, 6 de enero de 2011

DELHI #5: Días en la nada.

En Delhi, mientras llega la persona que estoy esperando para recomenzar la marcha juntos sobre el camino, dejo que las horas pasen muertas. Poco me apetece salir a los centros turísticos ya vistos. Poco me apetece perderme entre la masa de esta hiperpoblada ciudad. Mientras tanto, más que nunca en estos dos meses de viaje, estos días de invierno me recuerdan a mi vida en Madrid: perder el tiempo entre la lectura, un intento por generar algún poema y la no atenta observación de un televisor que, más que nunca en toda mi vida, me resulta extraño y, en cierto modo, enemigo de mis propósitos. Sólo me falta la presencia del Gordo, esa masa de pelo color canela que tantas veces me obligó, y me obligará en un futuro, ha salir a la calle en busca de aire. Con todo, este tiempo muerto no llega a agobiarme como lo hizo antes, no ha llegado todavía la claustrofobia. Después de dos meses sin un hogar propio, se agradece un rincón en el que sentir lo más parecido a una casa.

Y entre juegos de palabras surgen poemas con la intención de anular el tiempo que tan lento transcurre. Poemas como este:

Escribir para calmar la conciencia.
Escribir para soportar el silencio.
Escribir para buscar apoyos sobre el abismo.
Escribir...
una huida hacia delante.
El silencio, esa calma que precede al vacío de la conciencia.

Y es que en tierras del Yoga y la meditación, por un momento, enfrenándome al silencioso vacío de la página en blanco sentí, por un pequeño puñado de segundos, lo más parecido a una ausencia de palabras en la conciencia.

Madre mía lo que hace el aburrimiento..

martes, 4 de enero de 2011

DELHI #4: De nuevo en la capital.

Los problemas son las únicas propiedades que los pobres tenemos derecho a poseer. G. David Roberts.

Tras dos meses exactos desde que puse mis pies por primera vez en esta ciudad, he vuelto a ella. Los motivos ya los dije en su momento, he venido a buscar a una amiga que viene un par de semanas de visita a este maravilloso e incomprensible país. Maravilloso para las mentes abiertas e incompresible para aquellos que insistan en permanecer mirando las cosas desde el punto de vista occidental.

De Delhi, poco que contar. Siempre que estoy en una ciudad tengo la sensación de que lo único que se puede hacer en ella, salvo que se cuente con un buen guía de confianza, es turismo. Con esto quiero decir que lo único que se puede hacer es visitar los típicos lugares que vienen en las guías. Lugares que ya visité hace dos meses. Por suerte al estar en la casa de unos amigos, casa que se encuentra fuera de los centros turísticos me pongo a dar vueltas por el barrio y observo como es la vida en un barrio de clase media de Delhi. La principal diferencia con los lugares para turistas es que aquí, en cierto modo, eres uno más. No eres el objetivo de los insistentes vendedores ni nadie pretende llevarte a ningún lado a que mires ni tiendas ni hoteles ni nada. No dejas de ser el objeto de miradas curiosas, pero, suponiendo que es por el nivel cultural de un barrio de clase media, son menos penetrantes que en otros lugares de los que he estado.

Teniendo en cuenta que en su momento ya hablé de esta ciudad en tres ocasiones, en este post me gustaría hablar de dos situaciones poco agradables, con la intención de reflejar ciertas realidades de la India que suelen permanecer ocultas a ojos del turista, que viví al regresar a la ciudad.

La primera tiene que ver con los conductores de rickshaws y el alcohol. Cuando llegué por primera vez, me comentaron que, debido al intenso frío que suele hacer en la ciudad en enero, los conductores de estos taxis, suelen beber mucho para hacer frente a las inclemencias del tiempo. Pues es cierto. Cuando llegué a las estación de tren, todos los conductores se me echaron encima para llevarme a mi destino. Después una batalla, no puede tener otro nombre, conseguí bajar de 350 rupias a 200 el precio de mi trayecto. Aún sigo pensando que el precio del mismo era elevado, pero como tenía una herida infectada en un dedo del pie y quería llegar a la casa antes de que la persona que me tenía que abrir la puerta se fuese a trabajar accedí al precio acordado, pensado una vez más en euros y dejando las rupias para más adelante. Algo que no se debe hacer mucho sino se quiere pagar más de la cuenta por las cosas. Una vez en marcha fluí consciente del estado del conductor por su manera de conducir. Pero eran más fuertes las ganas de llegar que otra cosa. En un momento del viaje, y aquí está el suceso que quería reflejar, como siempre el conductor iba metiéndose por todos los huecos, por pequeños que fuesen, que podía para llegar a nuestro destino. Pues en una de esas el tuc-tuc se quedó atascado entre un autobús y un poste de la luz. Del bus salieron unos cuantos jóvenes bastante cabreados que, al mismo tiempo que ayudaban al conductor a sacar el rickshaw de donde se había atascado empezaron a currarle. Le dieron una cuantas bofetadas y patadas mientras que el otro se quedaba sin hacer nada de nada. No sé si fue por miedo o por algún tipo de respeto relacionado con las castas. No lo sé, nuestra mirada occidental aquí no vale para nada. Yo lo único que pude hacer, fue ayudar a mover el tuc-tuc de donde estaba y procurar que no se cebasen mucho con el tipo, el cual, o bien por el frío o por el pedo que tenía, no hizo nada para defenderse. Cuando conseguimos salir, con más frío que vergüenza, en silencio sin comentar nada de lo sucedido llegamos a mi destino antes de que la persona que estaba en la casa se fuese a trabajar.

La otra situación fue lo que vi cuando llegué a Delhi desde el tren. Como es lógico, aunque no siempre es así, los slumgs se suelen encontrar en las afueras de la ciudad. Pues bien, cuando desperté y preparé mis cosas para salir del tren. A medida que nos íbamos acercando a la estación el tren iba avanzando por uno de estos centros chabolas y lo que vi desde la ventanilla del tren no fue nada agradable: una enorme fila formada por decenas de hombres, mujeres y niños hacían sus necesidades en el frío de la primera hora de la mañana, es decir, cagaban tranquilamente sobre las vías adyacentes a la que el tren en el que yo me encontraba avanzaba lentamente. Debido a la lenta velocidad con la que el tren se desplazaba se podía observar este suceso con gran detalle. Esta es otra de las cosas en las que la mirada occidental poco tiene que hacer más que mirar con cierta perplejidad.

Ya había visto situaciones incomodas para la mirada occidental en mi viaje, pero esto me hizo preguntarme muchas cosas. Una de las conversaciones más habituales entre viajeros en la India es la pobreza. Unos la niegan, diciendo que lo único que hay en este país es subdesarrollo, y otros la afirman. Yo me encuentro entre los segundos. Creo que en la India, no excesivamente más que en nuestros países occidentales, pero si más visible, hay pobreza y este suceso me lo confirmo. Tratando de comprenderlo, le di muchas vueltas y llegué a la conclusión, una absurda y estúpida conclusión, de que aquí los pobres no se avergüenzan de serlo. Sí yo viviese en las condiciones que esta gente vive. Viviendo entre basura en una de las situaciones más miserables que nunca he visto supongo que también llegaría el punto en que me daría igual que me decenas de personas me viesen cagar desde la ventana de un tren. Como dice una canción india: ni el mundo entero, ni toda su gente significan nada para mí.

Esta es la agradable visión que esta vez he querido compartir. Pero que nadie se engañe. La India es mucho más. Es un lugar donde la gente sobrevive con lo que tiene y la mayoría de las veces nunca niegan una sonrisa. Es un país de gente fuerte y luchadora que hacen todo lo que pueden para sobrevivir en las duras condiciones que les han tocado. Pobreza hay, pero no se esconde. Es visible en cada esquina, no como en nuestros supuestamente avanzados países occidentales que se hace todo lo posible para esconderla.