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martes, 4 de enero de 2011

DELHI #4: De nuevo en la capital.

Los problemas son las únicas propiedades que los pobres tenemos derecho a poseer. G. David Roberts.

Tras dos meses exactos desde que puse mis pies por primera vez en esta ciudad, he vuelto a ella. Los motivos ya los dije en su momento, he venido a buscar a una amiga que viene un par de semanas de visita a este maravilloso e incomprensible país. Maravilloso para las mentes abiertas e incompresible para aquellos que insistan en permanecer mirando las cosas desde el punto de vista occidental.

De Delhi, poco que contar. Siempre que estoy en una ciudad tengo la sensación de que lo único que se puede hacer en ella, salvo que se cuente con un buen guía de confianza, es turismo. Con esto quiero decir que lo único que se puede hacer es visitar los típicos lugares que vienen en las guías. Lugares que ya visité hace dos meses. Por suerte al estar en la casa de unos amigos, casa que se encuentra fuera de los centros turísticos me pongo a dar vueltas por el barrio y observo como es la vida en un barrio de clase media de Delhi. La principal diferencia con los lugares para turistas es que aquí, en cierto modo, eres uno más. No eres el objetivo de los insistentes vendedores ni nadie pretende llevarte a ningún lado a que mires ni tiendas ni hoteles ni nada. No dejas de ser el objeto de miradas curiosas, pero, suponiendo que es por el nivel cultural de un barrio de clase media, son menos penetrantes que en otros lugares de los que he estado.

Teniendo en cuenta que en su momento ya hablé de esta ciudad en tres ocasiones, en este post me gustaría hablar de dos situaciones poco agradables, con la intención de reflejar ciertas realidades de la India que suelen permanecer ocultas a ojos del turista, que viví al regresar a la ciudad.

La primera tiene que ver con los conductores de rickshaws y el alcohol. Cuando llegué por primera vez, me comentaron que, debido al intenso frío que suele hacer en la ciudad en enero, los conductores de estos taxis, suelen beber mucho para hacer frente a las inclemencias del tiempo. Pues es cierto. Cuando llegué a las estación de tren, todos los conductores se me echaron encima para llevarme a mi destino. Después una batalla, no puede tener otro nombre, conseguí bajar de 350 rupias a 200 el precio de mi trayecto. Aún sigo pensando que el precio del mismo era elevado, pero como tenía una herida infectada en un dedo del pie y quería llegar a la casa antes de que la persona que me tenía que abrir la puerta se fuese a trabajar accedí al precio acordado, pensado una vez más en euros y dejando las rupias para más adelante. Algo que no se debe hacer mucho sino se quiere pagar más de la cuenta por las cosas. Una vez en marcha fluí consciente del estado del conductor por su manera de conducir. Pero eran más fuertes las ganas de llegar que otra cosa. En un momento del viaje, y aquí está el suceso que quería reflejar, como siempre el conductor iba metiéndose por todos los huecos, por pequeños que fuesen, que podía para llegar a nuestro destino. Pues en una de esas el tuc-tuc se quedó atascado entre un autobús y un poste de la luz. Del bus salieron unos cuantos jóvenes bastante cabreados que, al mismo tiempo que ayudaban al conductor a sacar el rickshaw de donde se había atascado empezaron a currarle. Le dieron una cuantas bofetadas y patadas mientras que el otro se quedaba sin hacer nada de nada. No sé si fue por miedo o por algún tipo de respeto relacionado con las castas. No lo sé, nuestra mirada occidental aquí no vale para nada. Yo lo único que pude hacer, fue ayudar a mover el tuc-tuc de donde estaba y procurar que no se cebasen mucho con el tipo, el cual, o bien por el frío o por el pedo que tenía, no hizo nada para defenderse. Cuando conseguimos salir, con más frío que vergüenza, en silencio sin comentar nada de lo sucedido llegamos a mi destino antes de que la persona que estaba en la casa se fuese a trabajar.

La otra situación fue lo que vi cuando llegué a Delhi desde el tren. Como es lógico, aunque no siempre es así, los slumgs se suelen encontrar en las afueras de la ciudad. Pues bien, cuando desperté y preparé mis cosas para salir del tren. A medida que nos íbamos acercando a la estación el tren iba avanzando por uno de estos centros chabolas y lo que vi desde la ventanilla del tren no fue nada agradable: una enorme fila formada por decenas de hombres, mujeres y niños hacían sus necesidades en el frío de la primera hora de la mañana, es decir, cagaban tranquilamente sobre las vías adyacentes a la que el tren en el que yo me encontraba avanzaba lentamente. Debido a la lenta velocidad con la que el tren se desplazaba se podía observar este suceso con gran detalle. Esta es otra de las cosas en las que la mirada occidental poco tiene que hacer más que mirar con cierta perplejidad.

Ya había visto situaciones incomodas para la mirada occidental en mi viaje, pero esto me hizo preguntarme muchas cosas. Una de las conversaciones más habituales entre viajeros en la India es la pobreza. Unos la niegan, diciendo que lo único que hay en este país es subdesarrollo, y otros la afirman. Yo me encuentro entre los segundos. Creo que en la India, no excesivamente más que en nuestros países occidentales, pero si más visible, hay pobreza y este suceso me lo confirmo. Tratando de comprenderlo, le di muchas vueltas y llegué a la conclusión, una absurda y estúpida conclusión, de que aquí los pobres no se avergüenzan de serlo. Sí yo viviese en las condiciones que esta gente vive. Viviendo entre basura en una de las situaciones más miserables que nunca he visto supongo que también llegaría el punto en que me daría igual que me decenas de personas me viesen cagar desde la ventana de un tren. Como dice una canción india: ni el mundo entero, ni toda su gente significan nada para mí.

Esta es la agradable visión que esta vez he querido compartir. Pero que nadie se engañe. La India es mucho más. Es un lugar donde la gente sobrevive con lo que tiene y la mayoría de las veces nunca niegan una sonrisa. Es un país de gente fuerte y luchadora que hacen todo lo que pueden para sobrevivir en las duras condiciones que les han tocado. Pobreza hay, pero no se esconde. Es visible en cada esquina, no como en nuestros supuestamente avanzados países occidentales que se hace todo lo posible para esconderla.