Fingido o no, pienso en la voluptuosidad del orgasmo femenino, su humedad, la electricidad recorriendo un cuerpo que sólo puede responder con espasmos. Más que la intensidad del gemido, es el movimiento involuntario del cuerpo. Un placer negado a la testosterona, ese ansia por dominar, ese ansia por controlar, que acaba siempre del mismo modo: igual que cuando termino un poema, autocomplacido, con cara de tonto, pensando que lo mismo he hecho un buen trabajo.
miércoles, 26 de mayo de 2010
LA INSATISFACCIÓN DEL ONANISTA ENVIDIOSO
Fingido o no, pienso en la voluptuosidad del orgasmo femenino, su humedad, la electricidad recorriendo un cuerpo que sólo puede responder con espasmos. Más que la intensidad del gemido, es el movimiento involuntario del cuerpo. Un placer negado a la testosterona, ese ansia por dominar, ese ansia por controlar, que acaba siempre del mismo modo: igual que cuando termino un poema, autocomplacido, con cara de tonto, pensando que lo mismo he hecho un buen trabajo.
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