Viajando uno aprende, entre otras muchas cosas, a apreciar mas a los que quedaron atrás. Se aprende a saber que cuando se echa de menos a alguien es algo positivo. Llámalo amor, llámalo cariño, llámalo como quieras. No importa el adjetivo. Es un sentimiento que no necesita ser codificado en palabras, permanece en tu interior hinchándote el pecho de orgullo y fuerzas para seguir en el camino.
Cualquiera puede sentirlo. Basta con cerrar los ojos. Sabes que aunque lejos, aquellos a quienes quieres y echas de menos, no pueden estar más cerca.