La misma frase se repite una y otra vez. Es un imperativo al que me niego, por razones que se me escapan, seguir. Es como si dos polos opuestos que se repelen, indicando una oposición a ciertas leyes físicas, luchasen por tomar el control de mi voluntad.
Mi cuerpo aparece, se muestra, se me muestra, como campo de batalla entre lo bien pensado, lo que debería de ser, y esa conformidad perezosa, babosa de nuestro tiempo, que no hace si no le hacen, que se deja hacer.
Así, confundido trato de resistir y me dejo llevar, pero no llego a ninguna parte. No puedo más que permanecer postrado, humillándome ante lo que no puedo entender, dando vueltas sobre mi mismo, negándome, tratando de salir de este circulo vicioso, de esta elipse de dudas que me impide actuar.
Y, envuelto en una trama de excusas, construidas en la práctica de un lenguaje, observo a través de ojos ajenos, miradas públicas, miradas que no me pertenecen, lo que se me escapa, aquello que no me atrevo, atado a las cuerdas de la pereza, atrapado en un movimiento rotativo que va cavando, lentamente, el pozo en el que me hundo.
viernes, 20 de mayo de 2011
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