cerca estoy ya de donde sopla el viento
Leopoldo María Panero
Todos los días, en el momento que
empieza a caer la tarde,
salgo a pasear con el perro por el
barrio nuevo.
Camino con una expectante devoción
por estas grandes relucientes avenidas,
fruto de la especulación.
Sus calles vacías, hacen del barrio
nuevo, un barrio
sin apenas vecinos. Los pocos
permanecen encerrados
en sus grandes urbanizaciones,
temerosos, quizás, de nosotros
los vecinos de siempre, los del barrio
antiguo.
No hay ruido, apenas cuatro coches
circulan sin prisas.
Una calma inédita, en estos tiempos de
estrés urbano.
Es como pasear por el monte por
senderos de asfalto
que han venido a cubrir vetustos
páramos
antes ocupados por gitanos y duendes
desheredados.
Hay un extraño placer en todo esto,
sentarse en la nada, rodeado de
esqueletos de hormigón,
y escribir un ¿poema?
Aquí el viento nada tiene que
llevarse.
Todo es ausencia.