Sentado
en ante el horizonte opaco de la pantalla
en
una simulación –sí, nena, hoy en día
todo,
absolutamente todo, es un simulacro-
de
escritura automática, tiendo a la resolución del ¿poema?
Momento
en que mis manos enmudecen, y no tengo
más
que un silencio que mostrar.
Momento
en que deseo –más que tu cuerpo, nena- interminables
atardeceres
para contemplar.