ESCRIBIR UN DIARIO NOS AYUDA A OLVIDAR LA ILUSIÓN DE TENER UNA VIDA PRIVADA
(ricardo piglia)

HAGO MI FICCIÓN PARA QUE SEA CIERTA
(pentti saarikoski)

lunes, 11 de noviembre de 2013

AUTOMATISMO

Un día más el día se cubre de gloria al atardecer. Una inmensa belleza que permanece en mi espalda mientras que yo ignorando el atardecer permanezco ante este otro horizonte, más cercano, menos atractivo, que es la pantalla del ordenador. Alterno frases que se escriben sin ser pensadas y que, ahora, en este instante desconozco que serán de ellas, con videos musicales de los años ochenta. Una época que viví en la felicidad inabarcable de una infancia no recordada. Lo que me permite estar en paz con aquello. Un pasado al que no le guardo rencor. Por eso todo en mí es horizonte, o eso pretendo. Todo lo bueno permanece allí, en ese lugar que está por venir, pero al que tenemos que acercarnos. Una meta, un destino elegido. Sea lo que sea. Aquello que está al otro lado de las montañas por las que ahora se esconde el sol dejándonos desamparados ante la noche que ya es. Y lo demás no importa, no es. Lo que fue es una historia interminable. Curiosamente el mismo título que lleva la canción que suena ahora. La historia interminable, también una de las películas de mi niñez. Esa historia de un niño que rescata a la fantasía del olvido leyendo vivamente un libro prohibido. Sigo escuchando canciones de los ochenta, éxitos de una sola canción, y trato de adentrarme en mi historia real de aquella época, mis primeros diez años, y no recuerdo más que algunos programas infantiles, y las noches de verano en el pueblo, cuando mis padres que aún eran jóvenes hacían las mismas fiestas que nosotros hacemos ahora, y entiendo porque me suenan tanto estas canciones, y también comprendo porque siempre vi como algo tan natural, las fiestas y todos sus excesos, su falsa efímera felicidad, la alegría que desprenden. De casta le viene al galgo, dice uno de esas frases hechas, tan españolas, que tanto detesto. Que parecen no, que son reflejo claro de la resignación cultural que hay en el adn español tan dado a ella, a la resignación al más vale malo conocido que lo bueno por conocer, imposible de superarse, de evolucionar, de superar sus traumas, de conseguir superar el cainismo cultural del que un famoso escritor que antes detestaba pero que sus palabras me sorprendieron gratamente en uno de los mejores programas de televisión que se pueden ver en la televisión española. Y la música del pasado sigue sonando, más éxitos de un solo tema, escuchados hasta la saciedad. Y uno de sé da cuenta que se hace viejo porque empieza a ver a los chavales de la misma manera que su padre le veía a uno, es decir, con la perplejidad del que no entiende nada y se pone de algún modo nervioso. Dentro de uno años saldrán programas como este que escucho en diferido hablando de nuestra época y será horroroso y nos daremos cuenta de lo absurdamente jóvenes que éramos, y quizás nos demos cuenta de que la vida es eso un absurdo, y también quizás no demos cuenta de que la felicidad es eso entender lo absurdo de la vida, algo que creo que ya he dicho varias veces en este blog. Algo que no escondo, mi tendencia a repetirme. Por qué hacerlo. No me considero un escritor, del mismo modo que tampoco me considero un escalador. Es más no me gusta considerarme. No sé quién soy, hace tiempo que deje de buscarme. Trato de que mi presencia en la vida sea lo que es pasajera, un viaje en el que no quedará ni su recuerdo, por eso trato de estar, no ser, hacer cosas que me hacen feliz hasta que dejan de hacerlo, por eso deje las drogas y me aleje de la noche, aquello no era nada sano, no me hacían feliz. Todo se había convertido en una inercia oscura, y me fui. Volví al camino y empecé a buscar por otro lado. Pero por supuesto que algo seré, lo más seguro que simplemente uno más, alguien que no es importante, no me doy más importancia que la que me permite seguir vivo. Y la música sigue y todo cambia, las modas, las actitudes, el absurdo tomando distintos modos, distintos aspectos. Y nada de lo he venido diciendo tiene importancia, palabras y solo palabras. Sin hilo argumental un discurso que no ha sido pensado, una improvisación que ha ido surgiendo mientras que he ido escuchando un programa de música sobre éxitos de una sola canción, ahora ya por los noventa. Una década que si fui, que fui un adolescente tímido y acomplejado que solo encontró refugio en el cine y en las drogas, alguien que se buscó incesantemente y no encontró nada más que la entrada a un laberinto del que no puedo salir hasta casi cumplir los treinta años. Donde estoy ahora, convencido de mi incapacidad a dar por mío todo lo que hasta aquí a llegado.