un cielo azul, brillante, pinta otro horizonte
con una cadena de montañas
como fondo de un destino lejano
que se prepara para recibir las primeras nieves
de aquella diosa de ojos de gata
solo alcance a conocer su morbosa indiferencia
pues yo, que cambie mis rutinas
perdí la oportunidad de alcanzar su cimas
de ella no recuerdo nada
la deslumbrante blancura de su piel
y unos ojos hipnóticos
que promulgaban en mi imaginación
la manifestación de un deseo
que no fue lo suficientemente salvaje
como para poner en juego
este presente que no sucede
que tan sólo se mantiene
el cielo azul de invierno
no hay nada más bello
incontables horizontes
se dibujan en él