el sol
brilla en lo alto de un cielo azul.
mañana de
domingo, las cosas suceden
en calma. no
hay prisa por hacer nada.
bajo al muro
a escalar, el frío tacto
de la roca,
augura un buen resultado.
al primer
pegue cae la de rayas moradas.
rápido
suceso de los acontecimientos.
por delante
el resto de la mañana.
todo queda
relegado a la imaginación.
doy vueltas
por la casa, intranquilo
no sé qué
hacer. miro por la ventana:
otros
escaladores han llegado al muro.
la ciudad
siempre tan extraña para mí,
nunca logro
acertar con sus horarios,
siempre como
si estuviese en un páramo.
me decido a
no hacer nada, saldré a dar
un breve
paseo con el perro. después
haré la
comida y esperaré noticias de j.
sin ser el
centro, el barrio también se llena
con las
estampas típicas de domingo:
familias
paseando y terrazas llenas de gente.
suena el
teléfono. despierto sobresaltado
de un pesado
sueño. es j., estoy abajo bicho,
dice. ya bajo,
respondo, mientras salgo del sueño.
en menos de
una hora llegamos a la pedriza.
al llegar
nos encontramos con el resto del grupo.
en total,
unas diez personas y tres perros.
toca hacer
un poco de bloque. sentir el duro
tacto del
granito. poco a poco nos vamos
repartiendo,
cada cual busca su proyecto.
termina el
día al mismo tiempo que los bloques
de granito
terminaron con nosotros. volvemos
a casa
cansados, satisfechos. otro día de escalada.