ESCRIBIR UN DIARIO NOS AYUDA A OLVIDAR LA ILUSIÓN DE TENER UNA VIDA PRIVADA
(ricardo piglia)

HAGO MI FICCIÓN PARA QUE SEA CIERTA
(pentti saarikoski)

lunes, 3 de junio de 2013

RIGLOS

a david y a jorge
y a los otros mureros 

nueve de la noche, rozando el atardecer
tras poco menos de cinco horas de carretera
llegamos a riglos, otro de esos paraísos de roca
un viento de cincuenta kilómetros la hora
sin intención de pagar ni un euro por comer
sin intención de pagar ni un euro por dormir
buscar un rincón donde cocinar, donde dormir
-pensando ya, en la manera de contar todo esto
en un ¿poema?-
una esquina, en lo alto del cerro
justo al lado del cementerio, nuestro rincón perfecto
allí nos quedamos, allí mal comimos, allí mal dormimos
ningún problema
en nuestros breves sueños, sólo la roca era el argumento

el sábado empezó, con la insistencia del viento
una voz soplaba palabras de desanimo 
palabras que desoímos
tras un desayuno, café soluble y un par de bizcochos industriales 
directos a la fire, por el camino de las galletas
j. abriendo vía, hasta el cuarto largo
desde ahí, mi relevo
que llegó a una chimenea, donde d. tomo la vanguardia 
donde el viento otra vez, con idéntico
sordo y desoído discurso
nos repetía las mismas palabras de desanimo
hicimos cumbre, breve estancia simbólica
registrada en típicas fotografías:
tres amigos, sonriendo, conscientes y felices 
de su insignificante éxito

en el parking: pasta con tomate y pavo
el dulce sabor de la gloria
y una espléndida sorpresa
primero i. asomando sonriente  
después, m. y d. arrastrando sus cuerpos cansados
no puedo dejar de pensar, en lo curioso de las coincidencias
a unos pocos de cientos de kilómetros, los mismos de siempre 
buscando lo mismo de siempre, todos a la vez, en el mismo lugar

tras otra insolente cena a base de pasta, la comida de los titanes 
unas cervezas y un enorme peta viendo el lento atardecer
-el verano, frío verano que asoma, ofreciéndonos 
la lenta belleza del atardecer-
siguiendo los consejos de m. y d. 
pernoctamos en el viejo apeadero
con la misma música de fondo: el viento que no podía con nosotros
donde con el cuerpo muerto y derrotado
rápido caímos en un profundo sueño

el domingo, más de lo mismo
un triste desayuno y las mismas voces de desanimo
sordos, ignorando el peligro
directos al frenchin, la currucuclillo
cuatro largos para j., cuatro para mí
y d., el más valiente, venciendo al miedo en el último largo
mientras que las campanas de la iglesia repicando en el valle
celebraban nuestra insignificante ascensión
otra cumbre plasmada en otra idéntica fotografía
antes de bajar, antes de ser conscientes de la insistencia
de nuestras cotidianas obligaciones:
domingo, cinco de la tarde, el lunes asomando con más fuerza
que el viento
nada, ningún problema
el resto del viaje poco o nada nos importa
conscientes otra vez que no hay nada épico en nuestras hazañas
nos sobra con lo que sentimos 
aquello que no puede ser escrito
aquello que será recordado, más allá de las fotografías