la tarde del domingo sucede en calma, callada; un cielo azul a sustituido a la borrasca de ayer
una simple llamada telefónica a acercado a uno de esos que podía haber estado en un poema que todavía no ha sido escrito; el poema lleva por título gente que se aleja
nada perturba esta calma, el océano se mantiene plano
escribo para rellenar el tiempo, escribo lo primero que se me ocurre, lo primero que aparece
pienso que la figura del escritor solitario encerrado en un habitación mientras la vida sucede sin que él se percate de ella es una figura muy manida, especialmente en su segunda acepción
sentir el modo en que me mira, a veces, es suficiente
Kafka no pudo decirlo mejor: yo, ante una tarde domingo, también deseo ser piel roja
que mañana sea lunes, no tiene porque suponer nada; aún nos queda todo este domingo por delante, sí quieres, sí sabes hacer que suceda, cualquier cosa puede pasar
tener la certeza de que lo que estás haciendo en estos momentos tiene llegar a su termino, impone cierta premura: es entonces cuando llega el alboroto, un bullicio ensordecedor de voces en distintos idiomas
con una simple inhalación es suficiente, todo se ha detenido
viajar desde el fondo del mar hasta los desiertos de Tanger puede ser profundamente literario
en este invierno estoy decidido a ser hormiga
últimamente siento que el ejercicio físico ayuda a ahuyentar a mi neurosis
en este desierto de hormigón no hay cabida para los bereberes
sólo el amor sabe de trucos y engaños, sólo el amor sabe ser como el miedo
en este no adiós -imposible dar termino, finalizar, algo que nunca fue un texto- persiste el deseo de que nada suceda
cualquier texto, no es más que un paréntesis