ESCRIBIR UN DIARIO NOS AYUDA A OLVIDAR LA ILUSIÓN DE TENER UNA VIDA PRIVADA
(ricardo piglia)

HAGO MI FICCIÓN PARA QUE SEA CIERTA
(pentti saarikoski)

viernes, 6 de julio de 2012

LA VIDA QUE DESDE AQUí SE IGNORA


Un armario viejo. Capas y capas de barniz le cubren.
Una cama sucia y desvencijada. Las mismas sábanas desde hace un mes.
Ropa cansada de ser ropa por el suelo.
Una estantería recogida de la calle. Libros robados, libros viejos, alguno comprado.
El ordenador todavía es de esos de torre con todos sus cables. Todas las conexiones cableadas.
La ventana abierta y la persiana bajada sirven de tecnología climatizadora.
La mesa que sostiene el ordenador está hecha de un tablón y unas borriquetas.
En ella, ausente de todo, el que escribe. Sentado sin camiseta, frente a la pantalla del ordenador.
A su derecha, el cenicero. En él un porro humeante. A su izquierda, una taza de café todavía caliente.
De los altavoces del ordenador, la radio. Música que no se escucha. Música desconocida.
Al otro lado, más allá de este cuarto, la vida que desde aquí se ignora.
El resto de una casa vieja de protección oficial donde nada sucede.
La casa está en un barrio de las afueras de cualquier ciudad de España. El barrio, todos son idénticos.
Grandes avenidas con todos los comercios cerrados
Grandes descampados. Aquellos espacios donde la especulación inmobiliaria no llegó.
Zonas verdes que por la noche, tanto en invierno como  en verano, se vuelven hoteles de cinco estrellas.
La gasolinera que de hace de centro comercial.
De vuelta al cuarto, el mismo que escribe, en el mismo lugar, igual de ausente.
El calor del verano. Calor con sabor a asfalto.
Nada que hacer. Escribir. Leer. Poco más.
Tan sólo esperar la noche.