La vida es un discurrir supendido en el
vacío por el que camino sin miedo,
aprieto con firmeza las piernas en este
terreno móvil buscando un lugar donde situarme
y dejo los brazos al aire, no para
parar la caída sino para concitar con fuerza
las fronteras fijas que surjan, la
represión que traten de imponerme.
La vida ni es una línea ni es el
circulo del eterno retorno ni la espiral eterna de la carcola.
La vida, no es historia, no puede
serlo.
La vida es un caballo desbocado, el
animal salvaje que todos llevamos dentro.
Y yo sólo soy un indio cansado,
fumando meditabundo en medio de la meseta.
¿Qué digo? ¿qué es esto que
escribo? ¿qué es lo que pretendo decir con todo esto?
No lo sé, no puedo saberlo, no es más
que un comedido grito, un aullido domesticado.
Es una aproximación, un injerto, un
fragmento de pesamiento encriptado en palabras
que cae como peso muerto, lastre
liberado en este errar sin prisas que es mi vida.