despierto,
pocas certidumbres: otra mañana de sábado
mañana que
resulta ser, mañana de aniversario
treinta y
seis primaveras, como dicen las abuelas
mas sus
otoños, inviernos y veranos
en
definitiva, un año más en mi propio calendario
nada que
tenga una importancia general
un escribir
por escribir para ir haciendo surgir el poema
en esta otra
mañana, segunda certidumbre
sus horas gastaré
con los chicos
tratando
ascender elegantemente por mí amada verticalidad
lo que más
nos gusta hacer, pese al cansancio
pese al hastío
diario al que nos somete la rutina
ahora, en el
frío principio del día, mientras
el sol
empieza a emerger de la línea del horizonte
espero,
sentado, libreta en mano
a que vengan
los chicos a buscarme
una calle
vacía me acompaña
apenas nadie
a mí al rededor
algún
corredor solitario
el perro que
pasea al humano dormido
poco más,
cuatro coches circulando por la carretera
llegan y un
pitido me arranca de mi ensimismamiento
un puñado de
minutos que suceden rápidamente
un puñado de
palabras con las que ponernos al día
hasta que
llegamos al pie de vía y todo se vuelve
un silencio
técnico
desde ahora,
hasta nuestro regreso
todas las
palabras serían sordas para los foráneos
una única
conversación, un lenguaje de marcianos
que sólo es
interrumpido por la inesperada llegada
de otros
bichos, que de la nada surgen tras sus perros
sumándose a
la fiesta