Por el dolor de llamar
a la muerte
de los que se fueron
dejando la presencia
firme
de su recuerdo.
Por el dolor
de ese recuerdo
intangible
que permanece
y del que tan sólo podemos,
confusamente, mediante esbozos,
pensar y escribir.
Por ese dolor que la memoria
insiste
en traernos imágenes del ayer
compartido,
ayeres que nunca fueron
más que imaginados.
Por el dolor que deja la muerte
en los que quedamos
sin conocernos,
sin sabernos;
futuras lágrimas
decantadas
de un cuerpo a otro.