Amanezco sediento y ya cansado.
En la calle
nada que llame mi atención,
nada que me seduzca,
nada que haga que me precipite sobre
ella.
Mil maneras, y una mas, de decir lo mismo
en este sobre este verano donde la única carencia
es la propia ausencia de verano.
Bajo las persianas, me escondo del
calor.
El silencio, el vago silencio que me
rodea,
queda quebrado por un murmullo
de coches y semáforos, verde para el
peatón.
No respondo. No digo nada. Un no
es todo lo que mi cuerpo, sediento y ya
cansado,
apenas masculla
en esta otra mañana que ahora empieza.