La música como salvación. Más que
la música el amor por algo cuando no puede ser el amor por uno mismo. Un yo
miso dañado por una vida que es temporal,
peligrosa, hostil y agresiva. El miedo que eso supone, afrontar la vida
impulsado por cien mil formas de miedo hasta
dar con algo que te arranque de tu encierro, de tu infierno personal, y salir
de allí, sino indemne, al menos con la capacidad de recapacitar sobre lo vivido
y no caer más, aunque se cae y se recae, en ese agujero negro que nada ni nadie parece poder llenar en que te
encontrabas.
Esa es la historia. Esté bien
contada o no. ¿Ausencia de literatura? ¿Simplemente un testimonio aterrador con
un final abierto y aparentemente feliz? No hay respuesta ni punto de comparación.
Queda un silencio, cara de póquer. Cómo responder a quien te cuenta algo así,
qué decirle. Inimaginable. Porque el
dolor y la tristeza siempre son algo espantosamente singular. Cada uno
tiene su propio infierno, unos son más grandes; en otros, el que los vive,
tiene una capacidad de supervivencia mayor.