No puedo sentirlo de otra manera.
No puedo dejar de sentir asco por este
mundo.
Un asco nauseabundo
que sólo se atenúa en los silencios.
Cortes en el flujo, quedar aislado, solo y separado,
pura unidad de mis
multiplicidades sin inferencias externas,
listo para el autoconsumo.
Todo los días
obligado a ser esto y aquello, esto o
aquello:
un hombre, hijo de, novio de, amante de, amigo de, parado, poeta,
qué más, identidades que siguen incesantes hasta un largo etcétera.
Una muerte diaria en la sobreviven mis
restos.
Una muerte discontinua de la que sobrevivo como residuo de aquellos otros
que soy, aunque no esté; que soy,
aunque no lo desee.