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(ricardo piglia)

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(pentti saarikoski)

lunes, 18 de junio de 2012

PARéNTESIS


 Hay márgenes: la poesía fue el mío
Manuel Vilas

En medio de una inservible e inasible clase

con el ejercicio, bien o mal hecho, pero terminado en definitiva,

suspendo los cálculos mentales, los guardo en el cajón de sastre que es mi cabeza y me voy;

me voy a otra parte, a cualquiera, las opciones son múltiples

basta con activar la memoria, e imaginar, que en este caso, para este caso, para cualquier caso, es lo mismo que viajar.

Empiezo en un cuerpo de mujer, ese siempre es el mejor viaje, con el que se va más lejos;

me adentro en él hasta que la erección incipiente hace que me sea difícil estar en clase sin sentirme incómodo.

Es entonces cuando regreso a la jaula en la que, sin pena ni gloria, se suceden mis mañanas,

las mismas caras, las mismas paredes, los mismo computadores, las mismas ventanas enrejadas.

Ahora estoy trepando por la vieja escalera de madera, voy hacia el pequeño templo, allí en Hampi

donde están los más bellos atardeceres que jamás vi...

¿Cuánto te sale en B?

Mierda, ya estoy otra vez de vuelta.

Un compañero, vecino de mesa, necesita ayuda con el ejercicio.

No pasa nada, estamos para ayudarnos.

Sería un gilipollas si siguiese con mis viajes. No lo soy. Intento no serlo.

Así toda la mañana, entre ejercicio y ejercicio, un viaje lejano o cercano, voy y vuelvo, busco y retorno.