Una vida. La vida de una
mujer. Una vida en la que suceden muchas cosas pero no sucede nada, no porque
sea mujer sino porque es una vida como tantas otras, como la que yo estoy
viviendo. Es un vida que se convierte en narración: siento un impulso irrefrenable por hacer de esa experiencia una
narración, que no es lo mismo que contarla. Suma y sigue. Y es bueno que nade pase, aunque
sucedan muchas cosas, todo forma parte
del esfuerzo por convertir en verosímiles las ficciones.
Empezamos desde el principio,
con los recuerdos impostados. De cuando fuimos niños poco sabemos, recordamos,
más que lo que nos contaron. Luego vamos creciendo, ganando en experiencias, construyéndonos:
el moho que va rodeando los huesos
mientras hacemos el infructuoso esfuerzo por crecer y crecer es comenzar a
tener vergüenza.
Luego llega una edad
considerada adulta en la que hacemos punto de inflexión y partimos otra vez de
cero, comenzamos otro relato que aún es pronto para ser escrito porque está
sucediendo, pero eso no es más que una
siniestra y literaria exageración.