A veces llega una lectura que,
aunque al principio se muestre lenta y desilusionante, después cuando arranca, te
muestra un espejo en el que encontrar cierto reflejo, un argumento para
justificar mi propia escritura y este lo que sea donde aparece. Quién no quiso
escribir un libro ya escrito, escribir para mejorarlo, siempre venimos al mundo para repetir lo que quienes
nos antecedieron también repitieron. Porque escribir es tratar de saber qué escribiríamos si escribiéramos. Entonces
este diario para repetir y repetir hasta alcanzar lo indecible, mostrándome
lentamente yo soy alguien al que habéis
ido conociendo muy lentamente y siempre a través de trazos inciertos. Mientras
alcanzo ese estilo que conduce a vivir lo
que has escrito o lo que has leído, y llega el final, esa muerte que viaja cosida a mí, como si fuera –en realidad es- mi
contratiempo propio, el más intimo.