Él, el más maldito de todos los
poetas, el que dio nombre a la etiqueta. Él, que una vez lo hizo todo antes que
nadie, despareció: Me horrorizan todos
los oficios. La mano que sostiene la pluma vale tanto como la que ara. Rechazar
las élites, las formas establecidas, su jerarquía. Huir entonces y arrojarse a
los infiernos: ahora estoy maldito, la
patria me horroriza. Lo mejor es dormir bien borracho sobre la arena. Reconocer
que la vida es la farsa que hemos de
representar entre todos. Una vez reconocido esto, libertad absoluta, caída
en picado: he aquí el tiempo de los
asesinos.