despierto en
una casa en silencio
abro la
nevera: están todos los tupperware
con las sobras
de ayer, con esto podré
calmar el
hambre y alimentarme
durante al
menos una semana
de momento
me conformo con un café
nada de
hambre, ayer excedí
los límites
posibles de mi gula
estuvo bien,
una cena previsiblemente tranquila
que poco,
por suerte, duro, pronto hui
de los
villancicos y los turrones
cumplí
dignamente con el adquirido
compromiso
familiar
ahora todo
es silencio y soledad deseada
recluirme en
mi para ver como las horas del día
avanzan lentamente
hacia la noche
sin ningún
otro propósito más que el esperado
esperar a la
mañana del sábado
cuyo
argumento no alberga misterio alguno