Acodado en
la barra del bar más sórdido
de la calle
Orense -algo no fácil de encontrar-
habiendo
tiempo en esta soleada mañana de lunes
me tomo un
café y me dejo atrapar
por los
últimos capítulos del Doctor Pasavento.
Es un bar
pequeño y oscuro, probablemente
el pequeño parque
que hay a la vuelta de la esquina
hubiese sido
una mejor opción,
pero no
quiero cruzarme con ningún compañero,
deseo
terminar hoy este libro.
En el bar,
yo en una esquina y el camarero
Conversando con
uno de los habituales,
Uno que
parece ser portero de alguna finca cercana.
El muy
cabrón parece esconderse de sus responsabilidades
y cuando les
quieres encontrar nunca están.
Un paisaje
ideal para la lectura: silencio y oscuridad.
Un paisaje
que se rompe
cuando entra
un nuevo cliente vestido con un elegante
traje,
propio de los trabajadores de la zona.
A voces pide
un whiskey con cola.
Se sienta y
me mira, joder, dice,
hace mucho
tiempo que no veía a alguien solo
leyendo en
un bar. No tiene, le respondo,
nada de
especial, cualquiera puede hacerlo.
El camarero
le trae la copa y vuelve con su amigo.
Yo antes
leía mucho, me encantaba Bukowski.
Ya, le digo,
también le he leído mucho, es un
principio. ¿Un
principio para qué?, pregunta.
Sabiendo que
no va ser posible seguir leyendo,
cierro el
libro y le digo, para seguir leyendo,
para ir
buscando autores que como Bukowski
caminaban
por el abismo, para aprender
como no caer
en él y sobrevivir, que no es poco.
Buen
planteamiento, dice al tiempo que apura whiskey
Y pide otro.
¿Quieres algo? Te invito.
Un caña. Nos
traen las copas y brindamos.
Por los que
todavía leen, dice.
Y por los
que algún día lo hicieron, respondo.
Bebemos y se
forma un pequeño silencio.
Yo antes
tenía ideales, sabes.
Yo nunca los
he tenido le respondo. Siempre
he currado y
si leo mucho es porque creo que es la mejor
manera de
huir. Y, en eso, le digo, en huir,
no hay nada utópico.
¿Un cínico?
La vida que es muy cabrona.
Yo estudie
políticas. Era de esos que quería
cambiar el
mundo. Termine mis estudios
y acabe
trabajando en una empresa privada
de
relaciones públicas. Iba ser para poco tiempo.
Hasta que
pudiese montar mi propia historia.
Pero ahora,
diez años después estoy enganchado
a la coca, y
aún tren de vida que me va a matar.
Nunca es
tarde, le digo, mándalo todo a tomar por culo.
Un tipo como
tú, seguro que tiene algún colchón.
Haz un simulacro
de suicidio y empieza de cero.
Ojala pudiese,
no es tan fácil.
Sólo es el
miedo el que no te deja avanzar, le digo.
El mismo
miedo
que a todos
nos tiene atrapados
en la cómoda
posición que tenemos,
la única que
hemos aprendido,
la única que
tenemos.
Pero
quejarse y no hacer nada, no es más que
el lamento
del esclavo.
Joder vas a
deprimirme, me ha dicho.
Tú lo ves
difícil. Pero imagínate
Como vivimos
todos aquellos a los tú
querías ayudar.
No sé tío, quizás te juzgue
por tu
aspecto de ejecutivo
y por todo
lo que me has dicho.
Pero para
alguien como yo, y lo siento mucho,
no eres más
que otro pijo
y tus
problemas, nimiedades comparadas
con lo que
yo veo cada día.
Piénsatelo,
y cambia tu vida, tú que puedes.
Cínico y
sincero. ¿Quieres otra caña?
No gracias,
he de volver a mi curro de
ochocientos pavos
al mes.
Y he salido
de allí, pensando qué quería decir
con eso de cínico
de vuelta al
trabajo, pensando la cantidad
de idiotas que hay por estas calles de Madrid