ella está
tumbada en la cama del hospital
ella está
esperando, ya sólo es cuestión de horas
horas que,
quién sabe, pueden devenir en días
pero son
sólo horas lo que le quedan
su tiempo,
tras noventa y cinco años
sobre la
tierra están llegando a su deceso
tocan para
ella trompetas de bienvenida en el cielo
ella tiene
la mirada perdida en algún punto
entre ella y
lo que está sobre ella
quizá esté
viendo cómo se abren las puertas
pero siente,
percibe lo que le rodea
cuando la
abrazas, ella te devuelve el abrazo
con una
fuerza nunca pensada para alguien
que se está
yendo, es consciente
del significado
real de esta despedida
sabe como últimos estos abrazos, estos besos
su respiración
es entrecortada
lenta a un
ritmo fijo
lenta como
la manera en que se está marchando
sin prisa,
todavía quiere estar aquí
rodeada por
su familia, se resiste a marcharse
vinieron a
verla todos sus hijos
sus veinte
nietos y de sus no sé cuántos biznietos
los más
mayores, los que entienden lo que está pasando
también han
querido venir a despedirse
ella la gran
matriarca de una familia de mujeres
sin haberse
ido definitivamente
me
siento huérfano de ella
ella, mi
abuela, se nos va, nos deja
pero siempre
estará, imposible sacarla de ahí
en nuestra
memoria, allí vivirá
hasta que su
recuerdo se marche diluido
en el tiempo
final que todos también seremos