suceden los
días de la semana bajo
una misma no
necesariamente tediosa rutina
un ser mecánicamente
en el que sumirse
no es más
que el mandato divino del rutinario suceder
luego llega
el fin de semana y el cielo
está
tremendamente azul, seductoramente azul
entonces
todas las horas que tengo por delante
todas ellas
son para mí, sólo para mí
yo decido,
tomo elecciones egoístas
ya sea perderme
junto a ti entre las sabanas
ya sea salir
en busca del secreto de los días azules
en los
sagrados caminos de la verticalidad
entonces me decido por el pontón
al llegar el muro inferior
al llegar el muro inferior
parece la
misma calle preciados en rebajas
algo que
dificulta la sensación de huida
pero
nosotros conocemos el secreto
aguantamos las condiciones dadas
metros y
metros hasta que el la tarde cae
después todos
cansadamente tranquilos
birra en
mano, en el manolo