La vida en movimiento continuo,
incesante, para mantenerte esforzándote
continuamente por alcanzar una cima imposible, la poesía o cualquier otra,
cualquier desafío que nos mantenga vivos, con ganas de vivir. No hay que dejar
que el tiempo nos pase, nos suceda. Hay que anotarlo todo mientras la vida se
vive, no una cosa sin la otra, intentar no
dejar que el futuro desvanezca lo que viene a pasar. Amarrarse a ese
presente incierto, no confiarlo todo a la felicidad, sobre todo si está
justificada en otra persona: ¿cómo
pudiste creer que había una persona que podría hacerte feliz y que la felicidad
no era el irregular fenómeno que sabías que era? Entonces la felicidad no
existe, es la vida con sus momentos buenos y sus momentos malos lo que nos hace
reír o llorar. Porque no lo olvidemos, que es muy importante: que podía ir con mi presencia física/que lo
es todo, la razón de vivir. El movimiento entonces, la razón de vivir: buscando sin cesar las cumbres de mi vida.
Mientras los perros ladren en la
nieve anunciando la próxima primavera, siempre habrá una razón para vivir y
estar vivos: por eso amamos, y vivimos
porque amamos. Siempre otra vez, desde el principio, con la experiencia de
los años, como cuando después de bañarse,
uno camina bajo la lluvia.